Ante todo, conviene advertir una dificultad de vocabulario. Pues la tarea central que aquí nos hemos propuesto requiere emplear la noción de “discurso,” un término que puede ser definido de muy variadas maneras, pues es utilizado por las diversas perspectivas o disciplinas que de un modo u otro abordan las relaciones entre el lenguaje y los fenómenos sociales. Eso incluye desde lingüistas que analizan los aspectos morfológicos de cada idioma, hasta historiadores y estudiosos de la comunicación de masas, que procuran comprender las tendencias más generales que caracterizan a una determinada época o cultura. Sin olvidar a los psicólogos, sociólogos e investigadores afines que buscan descubrir o interpretar el significado de lo que les declaran sus informantes. Como este último es nuestro caso, nuestra principal preocupación es garantizar la validez y la confianza (criterios cualitativos de rigor metodológico) de la transcripción. Una tarea indispensable y fundamental para las muchas intervenciones o manipulaciones que luego será necesario llevar a cabo en la fase del análisis.
Dada esta preocupación, resulta tentador concebir a la la transcripción en el modo más objetivista posible. Es decir, como el paso de registros en audio a registros escritos. Pero esa es una falsa simplificación de la cual se derivan más problemas de los que trata de evitar, pues como veremos luego, las inflexiones de la voz, el ritmo del habla, la acentuación, las anécdotas dentro del relato, la pronunciación, las palabras usadas y los nombres citados, además del contenido en sí, seguirán exigiendo un esfuerzo interpretativo por parte de los investigadores o de sus asistentes. De hecho, al igual que ocurre con los demás sentidos, lo que captamos o dejamos de captar con el oído, depende de las expectativas o convenciones culturales que se nos han inculcado, como bien se ilustra en el siguiente ejemplo:
- Vayamos con nuestro perro a recorrer el mundo y preguntemos en varias partes qué sonido hace cuando ladra. Las respuestas variarán seg£n el país. En Francia será “Gnaf, gnaf”; en España “Guau, guau”; en Japón , “Wung, wung.” ¿Cuál de estas respuestas es correcta? Ninguna y todas. ¿Hay un sonido “correcto” de lo que el perro hace? ¿Cómo podríamos establecer cuál es el correcto? Si apelamos a un juez de Africa nos dirá que el perro al ladrar hace “Kpei, Kpei” (LeShan y Margenau,1996, p. 46).
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